No me reconozco, no me recuerdo. Pasa el tiempo, intento hacer retrospectiva y no sé dónde colocar cada día de la semana y me pregunto ‘‘¿dónde cojones estaba?’’. Acudo a mi galería de fotos, a los chats, al calendario, para reubicar algunos recuerdos difusos y encajarlos en una concepción lineal del tiempo. Pero todo se parece más a un fondo marino y oscuro iluminado por alguna medusa fosforescente.
Este blog, El Rugido, me sirve para ordenar mis pensamientos y traeros alguna reflexión a la semana. Pero esta vez no consigo articular ningún discurso. Igual no hace falta. Igual no es necesario tener siempre las cosas claras.
Solo sé que he estado enfrascada en mi TFM, menos de lo que debería, estoy como en el umbral de mi TFM, no llego a meterme del todo, no profundizo, me queda sólo un mes, no sé cómo lo voy a sacar adelante, no sé muy bien nisiquiera lo que estoy investigando. Confío en que una semana antes me pondré un petardo en el culo y me llegará la iluminación, como siempre, pero eso, que no sé lo que estoy haciendo.
Un día fui a un encuentro sobre cómo crear redes, dinamizado por Belen Bulgheroni. Primero definimos qué es una red. Yo dije que es una conexión de nodos. Los nodos son personas, lugares, recursos, movimientos, etc. cada unidad del colectivo que se pretende unir. Los nodos se conectan por puentes, es decir, por vías, canales, maneras, modos. Una red es un patrón colectivo. Su fin es el de colectivizar los recursos entre los nodos. Sus atributos son la flexibilidad, mutabilidad, interdependencia, solidaridad, sostenibilidad y más cosas bonitas que se nos puedan ocurrir. Fue motivador estar en este encuentro. Es la cultura en la que creo. La cultura en red. Cultura colectiva y comunitaria. También en los afectos. Afectos en red. Afectos colectivos y comunitarios.
Fui a una fiesta. Me reí mucho, muchísimo. Al final, Madrid sí que me dio algo bueno, me dio una familia. En aquel pisito de Vallekas descubrí lo que es convivir desde el amor, la confianza y el respeto. Y cada vez que veo a Enrique, Max y Minerva, me doy cuenta de que así es como quiero vivir. Esa fue la fiesta íntima, luego hubo una fiesta más grande. Las emociones se me hicieron bola y decidí que yo no iba a conducir ese coche en llamas. Me perdí, otra vez. La cordialidad se sobrepone a la extrañeza. Una sonrisa encima de un rostro descompuesto. Me gustaría poder mirar a los ojos y decir ‘‘no sé’’ y quedarme ahí, no sabiendo, pero mirando.
Qué más. Aparecen personas nuevas como antorchas. Supongo que por eso estoy un poco fuera de mí. El cuerpo tira de la razón. La razón también anda magullada y no opone demasiada resistencia. Mis amigas me dicen que está bien, que me lo permita, que me merezco sentirme querida, vista, valorada. Pero qué miedo da amar intensamente. Pienso ‘‘¿y si nos perdemos?’’; luego pienso ‘‘¿y si nos encontramos?’’.
Escribí -está por terminar-:
Nos arrodillamos frente a frente. Suena un campanario minúsculo en la garganta. Dan las once. Sale el rocío a humedecer el cuero. Vestidos de sal y de perlas las rodillas encajan como engranaje de reloj de cuerda. Nos golpeamos bajito, frente a frente. El tiempo se vuelve carne y la carne tela blanca de tambor.
Por último, el cuerpo, la autopercepción. Cada día rezo por que pasen los años y que mágicamente deje de importarme. Que, de repente, haga click y por fin entienda que es tan irrelevante. Pero dudo que haya un cambio si no trabajo en esta sanación. Me digo: la forma de mi cuerpo no interfiere en mi ser; mis volúmenes no determinan mi valía; me aprecian más que por mi imagen; no necesito encajar en un canon; mi autopercepción no es justa conmigo misma; el cuerpo grotesco que percivo no representa la realidad; no importa la forma sino la salud; percivimos energía, si mi salud es buena, mi energía será luminosa. Así un puñado de afirmaciones. Pero no calan en el subconsciente. De momento, no calan.
Y esta es la inconclusión de la semana. Soy un amalgama de preocupaciones. Pienso que podría simplemente ser, sin necesidad de darle una interpretación a todo. Pero me da miedo la insignificancia y por tanto, la desaparición. No quiero que las cosas pasen en vano. Tampoco sé qué sentido tiene tanta insistencia. En fin.
Tu imagen atrae, tu talento retiene.
Tener talento no garantiza nada, no tenerlo garantiza la nada.
Si cambiaras tu imagen seguirías siendo la misma poeta, pero sin talento no serías tú, y te disolverías en la galería infinita de imágenes que pasan al olvido al hacer scroll.
La poesía es elevar a divino lo banal, hacer magia con lo cotidiano. Lo relevante de un poeta es justamente su interpretación personal de lo que todos vemos cada día. Una persona normal mira, un poeta ve. El día que solo seas, sin interpretar, ¿qué quedará de ti como poeta? La primacía de lo inmanente frente a lo transcendente es parte de lo que te distingue como poeta, ¿cómo harás eso sin interpretarte?
(Ánimo con ese TFM!!)
Al describir tu TFM todo encajo, aunque me siento inútil como un viajante que llega tardío ha hablarte sobre el, ya que hasta ahora solomente retomó tu Blog y tu following en insta. Me encantaría poder volverte a seguir. Mientras tanto solo un escritor más comentando en tu Rugido, ya menos irreverente, Diego