En mi experiencia poética, como escritora, como lectora, pero principalmente, como ser viviente, puedo reconocer la poesía como una fuente de conocimiento de procedencia oscura. La poesía sabe más de nosotres que nosotres mismes. Y no me refiero a la poesía como artefacto textual, sino como sentir, como destello, como verdad -una verdad, la mayor de las veces, en forma de pregunta- anunciada. Sigo con la lectura de Claves de la razón poétia. María Zambrano editado por Carmen Revilla en la Editorial Trotta, y estoy alucinando con cada pasaje. No sé por qué no llegó antes Zambrano a mi vida, pero siento que su filosofía ya estaba en mí. Me reconozco en cada posición. Y se me cae la baba.
Dice Roberto Sánchez Benítez en el capítulo María Zambrano y la crítica al racionalismo: ‘‘Invade al poeta la discontinuidad, la soledad de instantes no ligados, separado por avismos de vacío y silencio. El poeta original es, en este sentido, un ser habitado por algo (dios) que evidentemente no conoce del todo; es un oráculo. Por eso, la poesía es revelación primera del mundo hermético sagrado.’’
En algunos talleres que he estado impartiendo últimamente, he hablado de la escritura irracional. Es decir, primero escribir por intuición, permitiéndonos que aparezcan imágenes bizarras, conexiones incoherentes y desarrollos irracionales. Después, miramos ese texto, aparentemente absurdo, y nos preguntamos qué puede haber detrás de estas imágenes. Y os juro que todo cobra sentido. Un sentido inesperado porque no venía premeditado. Otra cosa que me parece interesante de este ejercicio es que te colocas al mismo nivel que cualquier otro lector. Tu interpretación es igual que la de un lector completamente ajeno al texto, porque tú tampoco sabes qué querías decir cuando lo escribiste. Sólo te queda la especulación en base a tu propia experiencia.
En el taller les decía: no penséis lo que queréis escribir; observad qué os cuenta la escritura. Para hacer este ejercicio necesitamos lanzarnos a ese vacío y ese silencio que menciona Sánchez Benítez; requiere de una confianza absoluta en la propia intuición y en que el conocimiento está ahí, antes de que sepamos enunciarlo. Y que todo mensaje, toda sensación emanada es válida. También decía si no sabéis sobre qué escribir, escribid sin saber. No importa, siempre hay un mensaje velado.
Insisto en la importancia -no la importancia, pero sí lo interesante- de aventurarnos a una escritura irracional, por lo menos cuando hablamos de poesía. La extrañeza le precede al conocimiento. Justo en el momento previo de la revelación sufrimos una ruptura. Hay algo disonante, algo que no cuadra; entrecerramos los ojos intentando ubicarlo y entonces, aaaaahhhhh -la revelación- era eso. Si escribimos desde un estado propicio al extrañamiento, es más probable que experienciemos un hallazgo. Y, personalmente, eso fue lo que me enganchó a vivir la vida de manera poética, la sensación de estar desvelando el mundo, el interno y el externo.
Me maravilla que algo tan abstracto como son las palabras -¿qué coño son las palabras?- puedan ser un portal a un conocimiento infinito. ¿Cómo ha llegado el saber a las palabras? ¿Cómo nos pueden decir tantas cosas?
Si os interesa el taller del que os hablo, es el laboratorio de escritura creativa SIMIENTE, de La Hoja. Lo impartimos Alicia Campos y yo, dos lunes al mes, de 19h a 20.30h (España), vía online. El laboratorio está abierto hasta junio. Si queréis recibir más información, enviad un mail a experienciasenlahoja@gmail.com
Buena idea. A veces me ocurre que quiero escribir, pero no me sale nada y esa manera de hacerlo que propones es una buena opción